21 de Julio 2025 / 4:56 PM
La Tânjaua de pe Mara: Una historia vivida por Miguel Ángel y sus amigos fotógrafos
¿Cómo se siente participar en una fiesta rural ancestral, rodeado de cantos, caballos y gente auténtica que vive su tradición con el corazón? Esta es la historia real de Miguel Ángel, un fotógrafo madrileño, y sus amigos exploradores, que descubrieron en Rumanía una de las celebraciones campesinas más singulares de Europa: la Tânjaua de pe Mara.
No fue por una agencia ni por un folleto turístico. Se enteraron “de boca en boca”, entre colegas apasionados por la fotografía etnográfica. Un rumor que hablaba de carros decorados, trajes vivos y una fiesta que honra la primera salida al campo del campesino más trabajador del año. Decidieron que no querían solo capturarla con sus cámaras — querían vivirla.
Fue entonces cuando contactaron con Dorin Paraschiv, guía local con más de 20 años de experiencia en turismo rural. Él no solo les organizó el viaje: les abrió las puertas de una cultura viva, íntima y profundamente humana. Esta es su historia.
¿Qué es la Tânjaua de pe Mara y cuál es su origen?
La Tânjaua de pe Mara es una fiesta campesina que tiene lugar cada primavera en el pintoresco pueblo de Hoteni, en el valle de Mara, en Maramureș. Se celebra en honor al campesino más trabajador del año, que ha sido el primero en arar sus campos con tânjale — un tipo de yugo tradicional de madera.
El festejo tiene raíces antiguas, que mezclan símbolos paganos de fertilidad con la bendición cristiana de la tierra. Los lugareños decoran carros de bueyes con flores, ramas, telas coloridas y banderas, mientras hombres vestidos con trajes tradicionales cantan, bailan y empujan simbólicamente al campesino hacia el río, donde lo “bautizan” para que el año agrícola sea fértil.
No es solo una celebración agrícola: es una afirmación de identidad, una forma de transmitir orgullo y continuidad generacional. Cada año, los habitantes de Hoteni reviven esta tradición como si fuera la primera vez, con emoción, música y una energía comunitaria que contagia a todo aquel que la presencia.
¿Cómo descubrieron esta fiesta Miguel Ángel y sus amigos?
Todo comenzó en una galería de fotografía en Madrid. Miguel Ángel y su grupo de amigos —fotógrafos apasionados por culturas vivas y tradiciones rurales— conversaban sobre nuevos destinos auténticos, lejos de rutas comerciales. Fue entonces cuando alguien mencionó, casi en susurro, una celebración desconocida en los Cárpatos rumanos: “La Tânjaua, una especie de desfile campesino en Maramureș... con bueyes, flores y mucha alma”.
El nombre les sonó tan poético como misterioso. Investigaron por internet, pero la información era escasa. Algunos blogs mencionaban la fiesta, pero sin detalles concretos. Lo que parecía claro era que no era un evento para turistas: era algo real, vivido por la gente del pueblo. Eso fue precisamente lo que les atrajo más.
Decidieron entonces buscar ayuda local. Querían llegar, sí, pero llegar bien. No como observadores distantes, sino como invitados respetuosos. Fue así como, a través de recomendaciones, llegaron a Dorin Paraschiv — guía rumano con reputación de abrir puertas que el GPS no conoce.
¿Quién es Dorin Paraschiv y cómo organizó la experiencia?
Dorin Paraschiv no es un guía cualquiera. Con más de 20 años de experiencia mostrando los rincones rurales de Rumanía, se ha ganado el respeto tanto de viajeros como de las comunidades locales. Él no diseña itinerarios — diseña puentes entre culturas. Su especialidad: crear encuentros auténticos, respetuosos, donde el viajero no solo ve, sino que participa.
Cuando Miguel Ángel le contó su idea, Dorin no dudó. Conocía bien la Tânjaua y a la familia que encabezaba la celebración ese año. En menos de una semana, diseñó una ruta que incluía alojamiento en una pensión tradicional, encuentros con los organizadores de la fiesta, una sesión de introducción a las costumbres locales, y —lo más importante— la posibilidad de formar parte de la procesión sin alterar su esencia.
“Queremos que fotografíen sin invadir. Que entiendan antes de disparar. Que sientan la tierra antes de capturarla.” Eso les dijo Dorin en el primer encuentro. Y así fue como comenzó una aventura donde cada paso estuvo acompañado de historia, respeto y emoción compartida.
¿Cómo vivieron la fiesta los fotógrafos españoles?
Desde el amanecer, el aire en Hoteni olía a tierra húmeda y madera vieja. La niebla cubría suavemente las colinas, y los sonidos de los carros de bueyes decorados rompían el silencio con campanillas y risas. Miguel Ángel y sus amigos, cámara en mano, no podían ocultar su asombro. Nunca habían visto algo tan auténtico, tan poco preparado para el turista y, por eso mismo, tan poderoso.
Los lugareños los recibieron con curiosidad, pero también con calidez. “Suntem prieteni” —les dijo un anciano— “sois amigos”. Y eso cambió todo. En vez de solo observar, les invitaron a probar el horinca, a subir al carro, a cantar estribillos que apenas comprendían pero sentían con fuerza.
Las fotografías que tomaron ese día fueron más que imágenes: fueron testimonios de un vínculo. No retrataron solo la fiesta, sino las manos curtidas que sostenían las riendas, los ojos brillantes de los niños con coronas de flores, el orgullo silencioso de un pueblo que celebra la vida en comunidad. Al caer la tarde, con el sol tiñendo de dorado los campos de Mara, sabían que habían vivido algo que no se repite. Un regalo que se da solo a quienes lo buscan con respeto.
¿Qué aprendieron de esta experiencia?
Para Miguel Ángel y sus amigos, la Tânjaua no fue solo una fiesta exótica en un rincón de Europa. Fue una lección de humildad, de raíces y de pertenencia. En un mundo acelerado, donde todo es imagen rápida y consumo, descubrieron el valor de la espera, del gesto sincero, de la celebración que nace del trabajo compartido.
Aprendieron que la autenticidad no se fotografía, se vive. Que detrás de cada canción campesina hay siglos de historia. Que un carro tirado por bueyes puede decir más de una cultura que cien museos. Y que hay que mirar con respeto antes de enfocar con una lente.
Regresaron a España con cientos de imágenes, sí — pero sobre todo con un vínculo nuevo: el de sentirse parte, aunque sea por un instante, de una historia más grande, que sigue viva en los valles de Maramureș. Y prometieron volver, no solo como fotógrafos, sino como amigos.
Vivir la tradición desde dentro
La Tânjaua de pe Mara no es un espectáculo montado para el visitante. Es una tradición viva, mantenida por generaciones que aman su tierra. Vivirla como lo hicieron Miguel Ángel y sus amigos es posible — pero requiere sensibilidad, respeto y la guía adecuada.
Si sueñas con experiencias reales, donde la gente te abra sus puertas y no sus escaparates, este rincón de Rumanía te espera. Aquí no encontrarás souvenirs con imán. Encontrarás historias, rostros, y momentos que dejan huella.
¿Te gustaría formar parte de una de estas celebraciones únicas? Escríbenos y te ayudaremos a vivir Rumanía desde dentro, de la mano de un guía que conoce cada camino y cada alma del lugar.
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Preguntas frecuentes sobre la Tânjaua de pe Mara
¿Dónde se celebra la Tânjaua de pe Mara?
En el pueblo de Hoteni, en el valle de Mara, región de Maramureș, norte de Rumanía.
¿Cuándo tiene lugar esta fiesta?
Generalmente en mayo, tras la primera labranza del campo, dependiendo del clima agrícola.
¿Se puede asistir como turista?
Sí, pero es recomendable ir con guía local para integrarse con respeto en la comunidad.
¿Qué simboliza esta tradición?
Honra al campesino más trabajador y celebra el inicio de la temporada agrícola con música y rituales antiguos.
¿Hay que reservar con antelación?
Sí, al ser una fiesta no comercial, los alojamientos se llenan rápido y se requiere organización previa.
¿Qué tipo de ropa es adecuada para asistir?
Ropa cómoda de campo, calzado resistente, sombrero y chaqueta para clima cambiante.
¿Se puede fotografiar el evento?
Sí, con respeto. Lo ideal es pedir permiso y acompañar la fotografía con interés real por la cultura local.
¿Qué dicen nuestros clientes?
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