28 de Agosto 2025 / 4:56 PM
La Escalera de San Juan Clímaco: un camino del alma
Hay imágenes que no solo se contemplan, sino que nos llaman. La Escalera de San Juan Clímaco, pintada en los muros de antiguos monasterios ortodoxos, es una de ellas. No se limita a representar una idea teológica: es un espejo del alma, una invitación al ascenso interior, un grito silencioso que nos despierta del sueño mundano.
En medio del canto de los monjes y del aroma a incienso, la mirada se detiene ante esa pintura antigua. Una escalera se eleva entre el suelo de pasiones y el cielo de la luz divina. Hombres y mujeres suben sus peldaños con esfuerzo, mientras ángeles los alientan… y demonios intentan hacerlos caer. Al final, Cristo los espera con los brazos abiertos. Y el alma que contempla comprende: esto no es arte, es verdad.
Desde nuestra casa rural en los montes Cárpatos, en Valaquia, te invitamos a descubrir no solo el esplendor de Rumanía, sino su alma profunda. En este artículo, subiremos juntos cada peldaño de esta escalera sagrada, descubriendo lo que cada uno representa, y cómo esta visión antigua puede hablar al corazón moderno.
¿Quién fue San Juan Clímaco y qué es su Escalera?
San Juan Clímaco vivió en el siglo VI y fue monje del famoso Monasterio de Santa Catalina en el Sinaí. Su vida transcurrió en el silencio del desierto, entre el polvo de las rocas y el fuego del corazón. Allí, lejos del mundo, escribió una de las obras más profundas de la espiritualidad ortodoxa: La Escalera del Paraíso, conocida también como La Escalera Santa.
Esta obra no es un tratado teológico, sino un mapa del alma. Un itinerario hacia Dios dividido en 30 peldaños espirituales, como los años que Cristo vivió antes de comenzar su ministerio. Cada peldaño representa una virtud a conquistar o una pasión a vencer: humildad, obediencia, castidad, paciencia, amor... Es una ascensión interior, llena de lucha, caídas, lágrimas y esperanza.
Pero esta escalera no se sube con los pies. Se sube con el alma. Y no se escala solo: es Cristo quien nos tiende la mano en cada esfuerzo. La Escalera de San Juan Clímaco no es solo para monjes. Es para cada ser humano que anhela lo alto, que no se conforma con lo superficial, y que sabe que hay algo más allá de lo visible.
Interpretación de la Escalera en la iconografía ortodoxa
En las paredes exteriores del Monasterio de Sucevița, al norte de Rumanía, la Escalera de San Juan Clímaco cobra vida en colores que han resistido siglos de viento y nieve. Esta pintura mural, una de las más conmovedoras del arte ortodoxo, no necesita palabras. Basta mirarla para comprender que estamos ante una revelación: el drama del alma humana entre la caída y la redención.
La escalera se alza desde la tierra hacia el cielo, y sobre sus peldaños se ven figuras humanas ascendiendo con esfuerzo. Algunos llegan hasta la cima, donde Cristo los espera con los brazos abiertos. Otros, atrapados por demonios con ganchos, caen hacia el abismo. A un lado, ángeles oran; al otro, monjes interceden. Todo el cosmos parece detenerse ante esa lucha silenciosa entre luz y sombra.
No es una amenaza. Es un llamado. La imagen nos recuerda que el camino espiritual es real, que nuestras decisiones tienen peso eterno, y que cada paso –incluso el más pequeño– cuenta. Esta escalera pintada en piedra es también una oración. Nos dice que no estamos solos, que el cielo nos espera… pero hay que subir.
Las 7 etapas del alma en la subida espiritual
La Escalera de San Juan Clímaco describe 30 peldaños, pero en este camino profundo, queremos detenernos en siete etapas esenciales. No son pasos fijos, sino movimientos del alma: vaivenes entre luz y sombra, entre caída y redención. Son estaciones interiores que todo peregrino espiritual conoce.
1. El despertar del alma
Todo comienza con una inquietud: ese susurro que dice que la vida no se reduce a comer, trabajar y dormir. El alma siente sed. Y ese primer paso –el deseo de Dios– es ya una victoria sobre la indiferencia.
2. La renuncia al ego
No se puede subir cargado de uno mismo. Aquí se aprende a soltar el orgullo, la necesidad de tener razón, la obsesión por el control. Es el peldaño de la humildad, donde el alma aprende a inclinarse… y al inclinarse, se eleva.
3. La obediencia y la paciencia
Vivimos en una época que idolatra la rapidez. Pero el alma no madura en microondas. Esta etapa exige silencio, escucha, y la paciencia de quien siembra sin ver aún el fruto.
4. La purificación interior
Aquí arde el fuego. Aparecen las pasiones ocultas, los apegos, los miedos. Es la noche del alma, donde muchos quieren retroceder. Pero quien se queda, descubre que las lágrimas limpian más que mil palabras.
5. La alegría de la lucha
Después del dolor, llega una paz suave. No es ausencia de problemas, sino certeza de sentido. El alma saborea la alegría de resistir, de avanzar paso a paso, con la ayuda de la gracia.
6. La caridad verdadera
Aquí, el corazón ya no se pertenece. Ama sin cálculo, perdona sin esperar. Es el amor que nace de haber sido perdonado, de saberse sostenido por Dios.
7. La contemplación
No es un éxtasis espectacular. Es silencio, presencia, comunión. El alma no necesita ver: sabe. Está unida. Y aun cuando vuelve a caer, recuerda que ha estado allí… y desea volver.
¿Qué nos dice esta Escalera hoy? Reflexiones para el mundo moderno
Vivimos tiempos veloces. Todo se mide en clics, en likes, en resultados. Se exalta la imagen, el éxito, la comodidad inmediata. Pero en medio de ese ruido, algo en el corazón humano sigue susurrando: “Hay más”. Y la Escalera de San Juan Clímaco responde a ese susurro con una verdad antigua y viva: el alma está hecha para ascender.
El orgullo, el egoísmo, la prisa… no son nuevas. Pero hoy se visten de modernidad. Se presentan como virtudes, cuando son cadenas. La Escalera nos recuerda que la libertad no es hacer lo que uno quiere, sino llegar a ser quien está llamado a ser. Nos enseña que sólo sube quien se vacía, que sólo crece quien ama, y que sólo ve claro quien ha llorado desde lo hondo.
En un mundo centrado en el “yo”, esta Escalera es una escuela del “Tú”. No es una nostalgia del pasado. Es una brújula para el presente. Es una promesa: el cielo no está lejos, ni reservado a unos pocos. Comienza aquí, cuando el alma da el primer paso… aunque tiemble.
Invitación a descubrir la Escalera en los monasterios de Rumanía
En el norte de Rumanía, entre colinas cubiertas de abetos y valles que huelen a heno y a incienso, se alzan los monasterios pintados de Bucovina. Allí, el tiempo camina descalzo. Y entre todos ellos, hay uno que guarda una joya de la espiritualidad ortodoxa: la Escalera de San Juan Clímaco, pintada en el muro sur del Monasterio de Sucevița.
No es sólo un fresco. Es una ventana al alma. Ante ella, el visitante se detiene, guarda silencio… y se reconoce. Cada figura, cada trazo, habla. El arte se convierte en teología, y la piedra en oración. Visitar Sucevița no es sólo un acto cultural. Es una experiencia interior, una peregrinación hacia lo esencial.
En nuestros circuitos guiados por Rumanía, incluimos estos lugares sagrados no como atracciones, sino como espacios de contemplación. Invitamos al viajero no solo a mirar, sino a subir. Porque toda alma tiene su escalera. Y a veces, todo comienza con un paso... y una imagen.

Una escalera hacia el alma: el viaje más profundo que puedes emprender
En cada alma hay una escalera invisible. No se ve con los ojos, pero se siente en los silencios. Es la sed de sentido, la nostalgia de algo eterno, el anhelo de volver a casa. La Escalera de San Juan Clímaco no es un mito del pasado. Es un mapa del presente. Nos enseña que no hay atajos hacia lo alto, que cada paso cuesta, pero vale. Que todo descenso puede transformarse en ascenso, si hay humildad, fe y amor.
Desde nuestra casa rural en Starchiojd, en el corazón de los Cárpatos, organizamos circuitos guiados por monasterios, senderos y paisajes del alma. No vendemos viajes. Creamos encuentros. Con la belleza. Con la historia. Con lo sagrado. Con uno mismo.
Te invitamos a caminar con nosotros. A mirar más allá de lo visible. A escuchar el murmullo de la gracia entre los frescos de Bucovina y los himnos de un monasterio al amanecer. Porque quizá, sin saberlo, ya has puesto el pie en el primer peldaño.
¿Qué dicen nuestros clientes?
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